jueves, 15 de octubre de 2009

Amigo

Se miro al espejo y realmente estaba estupenda para tener 65 años. Sabía que muchas jovencitas en el gimnasio envidiavan tanto su tipo como su forma física, pero es que esa era una de las claves que la había mantenido en su linea, el ejercicio. Bajo las escaleras y María preparaba la comida que olía bastante bien.
- María.- esta miro para la procedencia de la voz.- Me voy al gimnasio y luego voy a la Steticien. Si viene Leonardo le dices que me llame.
- Vale.
- Volveré sobre las dos.
- Muy bien.
Fue hasta la cochera y jugueteo con el móvil en la mano antes de arrancar el coche.. ¿donde estaría?.. Definitivamente lo dejo en el manos libres del vehículo. No, no lo llamaría, él había sido el que se había marchado sin explicaciones.
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Un largo silencio acompaño a aquel primer rayo de sol que había entrado por la ventana. Los dos se miraban y por fin fue él quien rompió aquel encantamiento.
- Se ha pasado demasiado rápida la noche.
- La verdad es que te llame bastante tarde.
- ¿Y como tenias mi numero?
Ella sonrió como antaño.
- Recuerda que tu mujer fue la pediatra de cinco de mis hijos... pues una siempre guarda el número de su pediatra. La verdad es que dude si llamarte o no, pero me lance a la piscina.
- Como aquella noche en la alberca.
- Bueno, allí no dude... quizás quería seducirte.
Los dos se rieron como antaño. De pronto él se puso serio y pregunto.
- ¿En serio querías seducirme?
- Pues claro que no... tonto!.. ¡Eso lo hubiera echo con los ojos cerrados!, entonces no me habría casado con Antonio.
- No creo que fuese tan fácil el conquistarme.
- Para alguien que te conocía como yo, si.
Leonardo reflexiono sobre esas palabras, quizás tenía su amiga razón. Estaba cansado y entumecido, la verdad es que aquel pequeño salón no ofrecía la comodidades de su casa. El estomago le protesto y se dio cuenta de que él para ciertas cosas era como un reloj. Miro este y eran las siete de la mañana.
- Oye, ¿por qué no te cambias y nos vamos a desayunar?
- ¿Cambiarme?.- Su cara se torno algo triste.- Es la única ropa negra que tengo, estoy de luto.
Leonardo se quedo mudo. Por unos segundos su amiga de siempre había salido a la superficie, había oído incluso su risa desenfadada, más, la cruda realidad volvía como un porrazo. Ella había cambiado, no era la misma persona, la vida la había anulado por completo.
- Bueno, pues con esa ropa.
- No esta bien eso, ¿que pensara la gente?... ¿Lo enterré hace unos días y ya voy a salir alegremente a la calle y encima con otro hombre?.- las últimas palabras la dijo mirando para la mesa, como avergonzada.
Él se hizo cargo de lo grave de la situación, se levanto despacio y se inclino hacía ella, poco a poco le fue levantando la cara apoyando con suavidad sus dedos en la barbilla de su amiga. Cuando su mirada alcanzo sus ojos, su voz sonó suave, como una caricia.
- Mirame, no soy otro hombre, soy tu amigo de toda la vida.- sonrió con dulzura.- Tu amigo.- le recalco con firmeza.
- Mi único amigo.- dijo ella en un susurro.
Sin palabras la cogió de la mano y la levanto de la silla. Sin palabras la abrazo de nuevo y dejo que el abrazo fuera correspondido con fuerza. Dejo pasar el tiempo, el espacio se redujo de nuevo, nada esistia a su alrededor, solo eran ellos dos, abrazados, en una calidez de amistad que nunca había logrado con nadie, pensó en un segundo que ni siquiera con su propia mujer. Ellos eran especiales, eran distintos, eran únicos... y ahora ella se había roto por una fuerza inesperada en una espiral de acontecimientos que la habían vaciado por dentro. Tenia, sentía, y deseaba fervientemente ayudarla, estar a su lado. Un dolor sordo le sacudió el alma, un ahogo repentino le vino sin querer, ¿como había podido ser tan desprendido?... Si hubiera estado allí con ella quizás las cosas hubieran sido de otro modo... ¿quien sabe?... De pronto notó que algo le mojaba las mejillas, eran sus propias lágrimas.
Ella se separo de golpe y con su mano temblorosa le seco con cariño.
- No llores mi amigo, sabes que nuestras vidas tenían que ser así. - En su rostro una sonrisa sincera había aparecido por primera vez.- No hemos vuelto a encontrar, eso es lo importante.
El no contesto, ¿como había adivinado todo lo que pensaba?
- Siempre he sido algo brujilla contigo... - Cogió un llavero con tres llaves y se la echo al bolsillo de su pantalón.- ... además tu rostro es un libro abierto.
- Entonces..
- Tu abrazo me ha recordado que hay una vida fuera, que una vez fuimos jóvenes.- su rostro se torno un poco mas serio.- Y que hubo una época en que no me importaba nada el que dirán. Vámonos a desayunar, tenemos mucho de que hablar todavía.
Él le cedió el paso pero ella le cogió directamente la mano con fuerza.
- Vámonos Leo... tu invitas.
- ¡No me digas Leo!... - protesto como antaño.- y sobre la invitación, ¿acaso lo ponías en duda?.. Te voy a llevar a un sitio donde ponen unos desayunos para chuparse los dedos.
Los dos sonrieron y salieron de la casa con algo nuevo en sus corazones, la ilusión del reencuentro.

3 comentarios:

Gatadeangora dijo...

Hola Ana, tambien yo te he seguido hasta aqui.Sabes que me encantan tus relato. Ahora mismo te enlazo para no perderme ninguna entrada.

Besos

noeli dijo...

a donde vayas yo voy, como el ultimo mohicano ajajaajaa, que hermosura de espacio, y tus relatos me trasnportan sabes, tienes alma de escritora :) muchas gracias y un beso fuerte ana.

Ana dijo...

Pues gracias por el enlace, espero que siga en la brecha y haga brotar mas cosas sobre estos personajes.
Un beso!
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Alma de escritora tenemos todos.. unos mas que otros.. Un beso Noeli.